Como humanos que somos, hasta el mayor experto puede meter la pata en las redes sociales en cuestión de segundos. Un malentendido, un enfado y hasta problemas personales y con empleados tóxicos, lleva a muchos a integrar la lista de las meteduras de pata más ridículas.
No se debe olvidar que un profesional o un emprendedor a cargo de su negocio, es la imagen de la empresa. Así que su comportamiento, su forma de dirigirse públicamente afectará tanto a la marca que lidera y representa, como al sector mismo del negocio. Así que es conveniente tomar aire y reflexionar antes de darle a la tecla del tablero.
Cómo evitar meter la pata
- Hacer uso del sexismo. Esto envuelto en una broma con la intención de de vender más. Y es que ofendiendo no se logra captar la atención, al menos no en forma positiva.
- Redactar erróneamente un mensaje. No se trata de faltas de ortografía, sino de no contextualizar lo que uno escribe. Uno puede llegar a ofender a personas que en otros países interpretan las palabras con otro significado.
- Se recuerda el caso del director financiero de Twitter que envió un mensaje pensando que era privado, pero se hizo pública y le costó que todos se enteraran de su gran interés por la compra de una nueva empresa. A pesar que borró el tuit de forma inmediata, lo que escribió quedó grabado.
- No resolver a tiempo una queja puede multiplicar hasta el infinito que un cliente usuario tenga el apoyo en una red social en contra de la empresa. Y es que si no recibe respuesta, el efecto-llamada de otros que también fueron perjudicados será en menos que canta un gallo. El silencio no es la solución.
- Tomar aire antes de escribir. Uno debe darse cuenta que no se escribe de la misma manera para una persona o para diez usuarios. Es un error. Uno no se conecta a su entorno, sino al planeta entero. Entonces, hay que tratar de ser lo más educado y correcto posible. Y si se tiene un mal día, tomar aire dos veces.
- Aprender a pedir disculpas. Se ha visto últimamente que muchos gestores de redes sociales se han mofado del cliente, como si a cercanía fuera sinónimo de mala educación. Entonces, habría que imaginar a una persona insatisfecha con un servicio y, que a cambio, recibe una broma de mal gusto o un juego de palabras.