Tu pensión con tu IGV, por Iván Alonso

base_image“Too clever by half” dicen los británicos cuando algo resulta ser menos ingenioso de lo que parecí­a. Tal es el caso de una idea popularizada por Santiago Levy, un economista del Banco Mundial, y que ha recibido comentarios favorables de parte de algunos colegas locales, para que una parte del Impuesto General a las Ventas (IGV) que usted paga todos los dí­as vaya a su cuenta individual de capitalización, de donde saldrá, al jubilarse, su pensión. Pero el supuesto incentivo que se crearí­a para que la gente reclame su factura en cada compra no es tan poderoso; y administrativamente el sistema serí­a un infierno.

La propuesta, en esencia, es la siguiente. Cada vez que usted va a la bodega, a un restaurante o a la peluquerí­a deberí­an darle una boleta y cobrarle el IGV. Pues bien, si usted está afiliado a una AFP, una parte de ese IGV irí­a a su fondo de pensiones. Digamos, por ejemplo, que le toca pagar 18 soles de IGV: 17 irán al fisco y uno a su cuenta individual de capitalización.

Eso deberí­a generar un incentivo para que la gente reclame su boleta. Se lograrí­a así­ dos objetivos: engrosar los fondos de pensiones y reducir la evasión. ¿Realmente? Una persona acostumbrada a no pedir boleta tiene que pagar una cuenta de 100 soles. Puede ahorrarse el IGV, como hace siempre, o pagar sus 18 soles para tener un sol más en su cuenta individual. Nada más que un sol, que no volverá a ver hasta el dí­a en que se jubile, quién sabe en diez o veinte o treinta años. Difí­cilmente esa expectativa lo va a convertir en un contribuyente escrupuloso. El incentivo es casi inexistente.

Por otra parte, habrá gente que no quiera dejar huella de qué compra, dónde compra y cuándo compra. Un gesto libertario que las empresas, particularmente las pequeñas y medianas, agradecerán infinitamente. Piense usted nomás en lo que serí­a la declaración mensual del IGV. Habrá que llevar un registro donde cada venta esté asociada a una cuenta individual en una AFP. A fin de mes no solamente se tendrá que declarar y pagar el IGV en el Banco de la Nación, sino además enviar a las AFP una liquidación de lo que corresponda a cada afiliado al que se le haya emitido una boleta. Un trabajo que las empresas, con toda seguridad, se verán obligadas a hacer gratis y bajo pena de multa en caso de equivocarse.

Con el tiempo aparecerán más y más requisitos para un “mejor control”, que no es sino otra manera de decir que la Sunat defenderá su parte de la recaudación con uñas y dientes. Cuando vaya usted al cine, se encontrará con que no puede comprar cuatro entradas a su nombre. Necesitará los números de las cuentas individuales de capitalización de cada persona que lo acompañe para que a cada cual se le acredite su porción del IGV. Ojalá cuando le den sus entradas todaví­a no haya terminado la pelí­cula.

Si el problema del sistema privado de pensiones es que los aportes son insuficientes para que la gente reciba una pensión decorosa, la solución no está en echar mano al IGV. Mucho más importante es simplificar los procedimientos legales para que las AFP puedan recuperar por la ví­a judicial los descuentos que un número de empleadores, comenzando por el estado, han hecho a sus trabajadores, pero que nunca depositaron en el fondo de pensiones. Si algo califica como un abuso es eso. Pero es lo único que ningún reformador ha querido reformar.

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