No fue represión. No se reprime a quien simplemente está de paso cumpliendo un recorrido de manera pacífica. Lo que pasó la noche de este 22 de julio fue una cobarde agresión llevada con premeditación, alevosía y ventaja por parte de la policía nacional, la que sin otro argumento que recordarnos nuestras madres, nos cercaron en la Plaza Mayor, cuando estábamos por retirarnos. Tal actitud no fue en balde: el propósito era tenernos a su merced para atacarnos de la manera más salvaje e irracional posible. Un recreo o un divertimento, digamos.
En esas circunstancias fue que estos representantes de la «autoridad y la ley» secuestraron a Juan Daniel Torres, un compañero nuestro. ¿Cuál fue su delito? Impedir que se llevaran su motocicleta que se encontraba aparcada a un costado; naturalmente, si se nos ha impedido el LIBRE tránsito, era de esperarse que tanto él como el resto tuviera que estacionarse en algún lado de la plaza mayor. No contentos con propinarle varazos y patadas en diferentes partes del cuerpo, los efectivos lo subieron a un bus en el que le dijeron que «iban a enseñarle a respetar la ley». Acto seguido, apagaron la luz y la golpiza continuó.
Sólo nuestra presión -y la de los pocos transeuntes que habían en la Plaza- hizo que fuera puesto en libertad, ya que la policía ordenó que nos retirásemos. Pero como dice nuestro amigo Peña, «se meten con uno, se meten con todos»: no ibamos a dejar a nuestro compañero ahí ni en vaina. Pese a las cobardes amenazas de estos delincuentes del orden («Trae el gas, trae el gas…» vean el video), nos mantuvimos ahí, firmes, y dignos, esperando que lo suelten, cosa que sucedió luego de unos minutos. Prueba de la brutalidad e insanía sin explicación de ninguna clase, Juan Daniel siguió siendo atacado cuando descendía por las escalinatas del bus. Nos gustaría saber cuál fue la razón de estos sujetos para tan cobarde actitud.
Pero el festín no acabó ahí. Cuando procedimos a retirarnos fuimos atacados por agentes apostados estratégicamente en la esquina de Carabaya y Junín, adonde nos condujeron para salir de ahí, en una suerte de «callejón oscuro» en el que nos dieron de varazos y además -la cereza del pastel- nos rociaron gas mostaza EN LA CARA, obviando el hecho de que actitudes como ésa nos pone en peligro de perder el equilibrio de nuestras máquinas; peor, tratándose de una caravana, la caida de uno precipita la caida del que viene detrás.
Denunciamos que este criminal accionar tuvo la venia del inefable Mayor Vásquez, a quien tuvimos el dudoso gusto de conocer durante la movilización del 22 de abril. Este señor fue quien autorizó a sus mastines a descargar su rabia gratuita –porque otra cosa no vimos— sobre nosotros, más aún, tratándose de un grupo que siempre se ha caracterizado por realizar manifestaciones pacíficas, sin agredir a nadie ni causar destrozos, porque sabemos que la Constitución y el sentido común respaldan nuestro reclamo.
Fuente: APEMOTO